Inma Sainz de Baranda
Comunicado de la entidad P(A)T-AP(A)T para denunciar la decisión del Ayuntamiento de Barcelona de reducir a más de la mitad el despliegue de los 44 radares previstos
La velocidad mata. Lo dice la física, a más velocidad, mayor es el impacto en caso de siniestro y las lesiones son más graves. Por lo tanto, las medidas que ayudan a reducir la velocidad salvan vidas.
Aquellos que respetan los límites de velocidad no tienen que preocuparse de los controles de velocidad. Nos tendríamos que preguntar pues a quienes incomodan los radares. ¿O es que la vida y la integridad física de las personas no merece poner todas las medidas necesarias para garantizar un sistema seguro y evitar un sufrimiento absurdo por la pérdida de la salud o de la vida de los ciudadanos de Barcelona?
Recordamos que no se trata de un tema local, puesto que el 2021 la Semana de la ONU para la Seguridad Viaria impulsó los 30km/h en las ciudades de todo el mundo. Barcelona es pionera al adoptar los 30km/h en buena parte de sus calles. Una norma pero, muy desconocida y ampliamente ignorada. Hace falta que todos respetemos las medidas que evitan numerosos siniestros y mejoran la convivencia entre usuarios, sin olvidarnos que hay que avanzar hacia la Ciutat30 y continuar trabajando con Visión Cero (cero muertos y cero heridos graves).
Ponemos cifras en el caso de Barcelona. En el último balance de accidentalidad de 2021 que se ha hecho público hace pocos días, en un contexto todavía afectado por las consecuencias de la pandemia y las restricciones de movilidad, hemos tenido 8 muertos y 81 lesionados graves, de los cuales, 61 iban en moto o ciclomotor, y 13 han estado peatones atropellados por motocicletas, coches y furgonetas. Si añadimos los 3 lesionados graves que iban en coche o furgoneta, tenemos que un total del 87% de los heridos graves o muertos lo han estado en el contexto urbano de uso de coches y motocicletas. Estas cifras son intolerables, y no permiten sacar del foco de atención el uso de estos vehículos en las ciudades.
Además, en Barcelona tenemos una cifra de heridos que se ha mantenido constante durante la última década con la excepción de este último periodo marcado por la COVID-19. Con un promedio de 11.000 personas lisiadas al año y con la existencia de víctimas graves y mortales en nuestras calles, no entendemos el recortar en medidas que buscan mejorar la seguridad viaria de todas las personas que se mueven en la ciudad.
Evolución del número de personas heridas y personas muertas en accidentes de tráfico en la ciudad
de Barcelona 1987-2021
Fuente: Guàrdia Urbana
Sabemos que la velocidad es una de las principales condiciones de contexto que hacen que se produzca o no un siniestro (afecta al tiempo de reacción y a la distancia de frenazo) y también que incide en las consecuencias del mismo.
Según datos de la DGT, solo un 5% de los atropellos a 30km/h acaban teniendo consecuencias fatales, ante el 50% a 50 km/h. Por lo tanto, la política de ir reduciendo progresivamente la velocidad de circulación en el ámbito urbano a 30km/h y sobre todo el efectivo cumplimiento de este límite con todos los medios posibles, entre ellos los radares, es una política que salva vidas sin argumentos en contra ni posibles atenuaciones.
No entendemos qué pretende el Ayuntamiento de Barcelona enviando este mensaje de comprensión/complicidad hacia los infractores. Este cambio de criterio costará vidas y tragedias a centenares de familias, que tendrán que sufrir pérdidas y siniestras con consecuencias limitantes por su futuro a causa de hechos evitables como los siniestros de tráfico.
Con el soporte de:
Barcelona Camina – Delegació de BCN de Catalunya Camina
Associació per a la Promoció del Transport Públic
Bicicleta Club de Catalunya – Bacc